Los seres humanos somos capaces de sentir todo tipo de emociones y sentimientos sin ninguna duda, pero si pensamos en los animales nos podemos plantear de qué manera pueden llegar a sentir o no.
Podemos clasificar las emociones en primarias y secundarias. Un ejemplo de las primeras podría ser la alegría, el miedo o la ira.
Para las emociones secundarias, como la culpa, los celos o la vergüenza, son necesarios procesos cognitivos más complejos, en este caso, un cierto nivel de autoconciencia. Pero, ¿y si ponemos este supuesto bajo lupa?
Se han realizado varios experimentos con respecto a los celos y los perros. En uno de ellos se le pidió a dos perros realizar la misma conducta, “dar la pata”. A uno de ellos se le recompensaba, en cambio, al otro no. Este último dejó de realizar la conducta y comenzó a mostrar signos de estrés y enfado cuando el primer perro sí recibía recompensa.
Para evitar la hipótesis de la extinción de conducta, es decir, no refuerzo positivo, no conducta, se volvió a realizar el mismo experimento pero ningún perro recibía recompensa. Se pudo observar que los perros continuaron dando la pata durante más tiempo y sin signos aparentes de enfado o estrés. Por lo que se puede demostrar que los perros sí pueden sentir celos pero de una manera mucho menos compleja que los humanos.
¿Y tú? ¿Has notado a tu perro ponerse celoso alguna vez?